NOVENA DEL CARMEN
(Meditaciones para cada día de la novena en preparación a la fiesta de la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile).
Nueve días para caminar con María.
Nueve días para mirar a María. Nueve días para sentir su presencia. Nueve días
para amarla con ternura. Nueve días para agradecer el Escapulario. Nueve días
para que la semilla del evangelio cale hondo en el corazón. Nueve días para
orar con María. Nueve días para estrenar con María la casa de la comunión y la
acogida. Nueve días para recorrer con María caminos de paz y de solidaridad
Nueve días para glorificar con María al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
1º DÍA:
UNA LLAMADA NOS PONE EN CAMINO
Flor del Carmelo, Madre
y Guía en el camino de la santidad.
Unidos a todos los
peregrinos de la vida, prestando especial atención a todos los que tienen que
dejar su tierra y sus gentes para buscar el pan y el trabajo en otros países,
comenzamos este camino en nueve etapas hacia la fiesta de la Virgen del Carmen.
Dios es gratuito en su
elección. Elige por amor. Su llegada siempre suena a nueva, a inesperada. Sólo
los humildes la perciben. María tiene un corazón humilde, que no se jacta de
nada, sencillo, limpio, pobre. Sin saberlo, está preparada para el asombro que
supone toda visita de Dios. En la actuación de Dios siempre hay algo
sorprendente: Mira a los pobres, los levanta del polvo y los llena de gracia. A
María la adorna con joyas, la viste con traje de gala y la envuelve en un manto
de triunfo.
María se alegra y canta
porque Dios mira su pequeñez. María, al saberse amada, se pone en camino para
amar. Si no sabemos que recibimos amor, no nos despertamos a amar. La salvación
del Señor la inunda de profunda alegría y la empuja a ir por la vida con un
gozoso agradecimiento, dejando todo lo que toca vestido de novedad y belleza.
El bautismo, como
experiencia de la gracia, nos pone a nosotros en camino. El Señor nos llama
amándonos. Y no vamos solos por el camino; junto a nosotros van miles de
hermanas y hermanos que, orientados por el Espíritu, buscan fuentes para su sed
en el corazón de la Madre del Carmen. “En este camino nos acompaña la
Santísima Virgen, Estrella de la evangelización” (Juan Pablo II).
Llevamos como señal y
vestido el escapulario del Carmen, don de la Madre y tarea para el camino,
ocasión para asomarnos al corazón de María y ver en él reflejada la hermosura
de Dios.
2º DÍA:
OYENTES DE LA PALABRA
María, obra del
Espíritu, que lee en la fe su propia historia.
Echamos la vista atrás
para contemplar a tantas generaciones de cristianos que han avanzado hacia el
“monte de la salvación, que es Cristo”, modelados por el ejemplo de María. Nos
da alegría formar parte de este pueblo que busca al Señor.
La Iglesia se goza al
contemplar a María, como la “mujer oyente de la Palabra”, la mujer que hace
silencio para escuchar a Dios y para escuchar a los demás. “Educada y
modelada por el Espíritu, fue capaz de leer en la fe su propia historia” (Juan
Pablo II).
Recordamos su “sí”
confiado al Señor. Nos alegramos de las maravillas que hace Dios en los que
abren la puerta del corazón. Resuena en nosotros su invitación a centrar en
Jesús la mirada: “Haced lo que él os diga”. En medio de los ruidos y las
prisas, en medio de nuestros intereses personales y de nuestros vuelos cortos,
escuchamos el reto del Espíritu: “A ver si sois capaces de escuchar a Dios y de
escuchar las voces de los que están en la orilla de todos los caminos; a ver si
sois capaces de escuchar a los sin voz”.
Con María nos abrimos
cada día a la Palabra, fuente de vida cristiana. Con María acogemos
confiadamente el proyecto de salvación del Padre para la humanidad. Así
continuamos el canto de san Juan de la Cruz: “¡Qué bien sé yo la fonte que mana
y corre, aunque es de noche!”
Llevamos el Escapulario,
signo del silencio humilde que nos acerca al Evangelio; expresión de una mirada
mutua, de María a nosotros, y de nosotros a ella; compromiso de guardar la
Palabra en el interior a la espera de que, como el grano de trigo en la tierra,
produzca fruto abundante.
3º DÍA:
SEGUIDORES DE JESÚS EN LA FE Y EL AMOR
Atráenos, Virgen María,
caminaremos en pos de ti.
Cuando Jesús se vuelve y
ve a los que le siguen, contempla a María y proclama emocionado: “¡Mujer qué
grande es tu fe!” María ha acompañado el crecimiento de Jesús, lo ha seguido
por los caminos, y, al pie de la Cruz, se convertirá en la Madre espiritual que
Jesús nos entrega para que nos enseñe a “avanzar en la peregrinación de la fe”.
A todos los peregrinos
de la humanidad, a todos los que buscan caminos de verdad y belleza, María
tiene mucho que decirles. Ella es testigo de Cristo. Por ser seguidora
apasionada de Jesús, ofrece a todos, desde su vida abierta, el verdadero rostro
del hombre y de mujer. Jesús definió un día a los ciudadanos del Reino como
“comerciantes de perlas finas”, rastreadores de belleza, buscadores del amor.
Por eso, no es de
extrañar que quiera ser hoy seguidor/a de Jesús se asome a la vida de María,
para descubrir la belleza de su corazón, que no es otra sino la presencia de
Jesús. Jesús es el gozo de María, como lo es también de la Iglesia. Con Isabel
decimos a la Madre de los creyentes: “Dichosa tú, que has creído, porque lo que
te ha dicho el Señor se cumplirá”. Con toda la Iglesia proclamamos: ¡Dichosa
tú, que avanzaste en la peregrinación de la fe! ¡Dichosa tú que en las
dificultades, seguiste diciendo “sí, hágase”! ¡Dichosa tú que viviste la fe en
medio de la comunidad!
El Escapulario es una
señal sencilla de la presencia de María en nuestra vida; es una llamada a estar
cerca de Ella; es un compromiso de seguir a Jesús en la fe, unidos a toda la
Iglesia; es mostrar la belleza de una vida evangélica, para que todos puedan
encontrarse con el rostro de Jesús.
4º DÍA:
MARÍA, MANANTIAL DE NUESTRA ALEGRÍA
“María es una dulce
presencia de Madre y Hermana, en la que se puede confiar” (Juan Pablo II)
La alegría es la mejor
respuesta que le podemos dar a Dios. Dios nos mira a los ojos para ver si
estamos alegres con sus dones. María es el regalo que Jesús nos hizo en la
Cruz. Desde entonces forma parte de nuestro tesoro. María era de un pueblo que
convertía en canción todas las acciones de Dios. ¡Cómo no recordar los salmos,
cantos a Dios tejidos en el corazón de la vida! Orar el salmo de María, el
Magnificat, es la mejor forma de entrar en el corazón de María, donde resuena
toda la melodía de Dios. María se alegra en Dios. Se goza de que Dios sea Dios.
Y al cantar esto, se
alegra también con todo ser humano, porque lo que se refiere a Dios se refiere
también a todos nosotros y al mundo que habitamos. Al cantar a Dios, canta los
anhelos que tiene la humanidad de paz y fraternidad. La alegría de María es
solidaria. Canta el mundo nuevo que Dios quiere: un mundo en que los ricos
alimenten a los pobres y los poderosos lleven sobre sus hombros a los más
débiles, un mundo en que las naciones ricas del planeta compartan con los
pueblos pobres sus bienes.
En la convivencia
prolongada con María crece nuestro amor, confianza y familiaridad con Ella; ahí
nos hacemos familia de hermanos, hermanos entre nosotros y hermanos de la
Virgen. Los que nos reunimos en torno a María somos un grupo de gentes tocadas
por la dicha, un pequeño signo de comunión y de esperanza para el mundo. Somos
como la nubecilla que vio Elías, pequeña como la palma de una mano, pero capaz
de fecundar la tierra agrietada por la sequía.
El Escapulario es una
señal de alegría en medio de la humanidad, una expresión de la intimidad entre
nosotros y María, una llamada a la comunión con Cristo.
5º DÍA:
EL TRATO DE AMISTAD CON DIOS Y CON MARÍA
María, que vas por la
vida con los ojos abiertos, descubriendo las transparencias de Dios, intercede
por nosotros.
Toda la vida de María es
una vida de oración. Porque orar no consiste en pensar mucho, sino en amar
mucho. Y cuando se ama, no se ama sólo en los rincones, se ama siempre y en
todo lugar. Unas veces, como en las bodas de Caná, ora intercediendo, o sea,
pronunciando ante Jesús necesidades de los seres humanos y de los pueblos.
Otras, como en la Cruz, ora en silencio, dejando que sea el dolor quien hable.
En medio de la primera comunidad cristiana hace oración de grupo, alabando a
Dios y pidiendo con los discípulos la venida del Espíritu.
Junto a María hemos
aprendido a orar. Junto a ella hemos descubierto que, para que broten fuentes
en el desierto, tiene que haber pozos de agua escondidos en la montaña. No
sabemos lo que el Espíritu Santo está preparando a nuestro tiempo en todos los
que, en silencio y sin ruido, invocan y abren los ojos y el corazón a Dios. La
sencillez y la paz que se respiran en torno a la Virgen, la mirada atenta a
todo lo humano que ha ido naciendo en los que están cerca de Ella, y la
sintonía y acogida de la misión que María desempeña con respecto a la Iglesia y
a la humanidad, nos ha llevado “a comprender que la forma más auténtica
de devoción a la Virgen, expresada mediante el humilde signo del Escapulario,
es la consagración a su Corazón inmaculado” (Juan Pablo II).
El escapulario expresa
una profunda sintonía con María y nos recuerda que debemos continuar aquí en la
tierra el amor de Jesús hacia su Madre. Orar es “recibir a Dios en nuestros
corazones, llevarlo dentro de nuestros corazones, alimentarlo y hacerlo crecer
en nosotros de tal modo que El nazca de nosotros y viva con nosotros como el
Dios con nosotros” (Tito Brandsma).
6º DÍA:
EL CANTO DE LA SALVE: UN DETALLE HACIA LA MADRE
Santa María, vida,
dulzura y esperanza nuestra, vuelve a nosotros tus ojos y muéstranos a Jesús
Los signos son pequeños:
un poco de pan, un niño, una lágrima, un beso, un trozo de vestido... pero
simbolizan y expresan mucho. Son como ventanas abiertas que nos permiten captar
un amplio horizonte. El canto de la Salve y el Escapulario son pequeñas
semillas con mucho amor dentro. Nos cuenta la historia que, cuando un grupo de
carmelitas llegaba a un pueblo, lo primero que hacían era construir una
capilla, tocaban la campana y llamaban cada tarde a la gente para que cantara
junto con ellos la Salve; después invitaban a todos a imitarla en las virtudes.
Muchos cristianos también han aprendido a querer a la Virgen rezando y cantando
muchas veces la Salve.
La Salve es una
experiencia profunda de gozo y de ternura entre los hombres y la Virgen Madre.
Entramos en su regazo y nuestra pequeñez se llena de su grandeza y
misericordia, y no tenemos miedo de presentarnos ante Ella porque la vemos muy
cercana a nosotros. La Salve comienza con un bellísimo saludo en plural. En un
segundo momento nos presentamos ante ella y le presentamos la realidad, a veces
dolorosa, de nuestro mundo. Después nos atrevemos a levantar los ojos a la
Madre para que ella nos mire y nos muestre a Jesús en un cruce de miradas.
Terminamos con una despedida admirativa, para volver a la vida con nuevos bríos.
El Escapulario nos abre,
de una forma sencilla, al estilo de vivir evangélico de María, a su
espiritualidad; alimenta sin darnos cuenta el cariño hacia la Madre y nos hace
sensibles a las necesidades de los demás.
7º DÍA:
ALCANZADOS POR EL MISTERIO DE LA CRUZ
Santa María de la
esperanza, enséñanos a decir “amén” en los momentos de cruz.
Estamos ante la cruz,
misterio tremendo que nos cuesta entender: ¿por qué la cruz?, ¿por qué está tan
presente la cruz?, ¿por qué Dios no nos ha salvado de otra manera? La cruz,
objeto de adorno para algunos, es para muchos una experiencia de dolor que humilla
mucho, una necesidad de ayuda para no caer en la desesperanza, una oportunidad,
en el mejor de los casos, para mirar a Jesús crucificado, al Salvador del
mundo. María, ¡cómo no!, llevó la cruz, porque quien está cerca de Jesús no
puede seguir otro camino que el de él. Al igual que Cristo, también María
terminó crucificada, entregada totalmente por la salvación de la humanidad. La
cruz está muy presente en nuestras vidas. A unos los destroza, y a otros, sin
embargo, les hace recuperar su mayor dignidad.
¿Qué podemos hacer ante
la cruz? Estar cerca de quien sufre, es una forma de consolar como nosotros
somos consolados. Unir nuestra cruz a la de Jesús y a la de María, para que
contribuya de forma misteriosa a la salvación del mundo. Pedir que cuando venga
la cruz no nos desconcertemos y sigamos con los ojos fijos en Jesús que inició
nuestra fe. El Escapulario nos hace experimentar “la protección
continua de la Virgen Santísima, no solo a lo largo de la vida, sino también en
el momento del paso hacia la plenitud de la gloria eterna” (Juan Pablo
II).
El Escapulario es un
hábito, lo que supone un estilo de vida, una opción por la santidad, alimentada
por la oración y los sacramentos. Traducido todo en un compromiso de amor hacia
todos, especialmente a los pobres.
8º DÍA:
LA FAMILIA DEL CARMELO: UNA PARÁBOLA DE COMUNIÓN
Yo soy para ti, María, y
tú eres para nosotros. María, Madre espiritual, siempre en medio de la Iglesia.
Cuando uno quiere dar un
salto hacia adelante, tiene que retroceder algunos pasos hacia atrás. El hoy se
alimenta del ayer para construir el mañana. Los que formamos la Familia del
Carmelo no miramos al pasado glorioso solamente para recordarlo, sino también
para construir, junto con otros, la nueva civilización del amor.
La familia del Carmelo,
desde sus orígenes, hizo alianza con María. Cuando los primeros carmelitas se
establecieron en las cuevas del monte Carmelo, buscando el silencio y la
soledad para contemplar al Señor, y construyeron una pequeña capillita dedicada
a la Virgen, estaban poniendo los cimientos de una relación fecunda entre todos
los carmelitas y la Madre del Carmelo.
Santa Teresa de Jesús
con su cariño tierno y misionero hacia la Madre, san Juan de la Cruz y su
mirada permanente al misterio de María para aprender a dejarse guiar por el
Espíritu, y tantos hermanos y hermanas, han hecho alianza con la Madre. “El
Escapulario se convierte en signo de alianza y de comunión recíproca entre
María y los fieles” (Juan Pablo II).
El Escapulario, por su
sencillez, nos habla de las cosas de cada día, pero, por una rica expresividad
que lo convierte en patrimonio de los pobres de la tierra, nos habla de alianza
con todos los pueblos y nos invita a darnos todos los seres humanos la mano en
la hondura para compartir una recíproca pobreza. El Escapulario es una parábola
de comunión, porque es regalo de una Mujer que besa cada día nuestra herida y
nos acerca de modo entrañable, en su ser de mujer, la ternura de Dios Trinidad.
9º DÍA:
TESTIGOS DE SANTIDAD EN EL MUNDO
Mujer de silencio y de
oración, Madre de la misericordia. Madre de la esperanza y de la gracia.
Muchos hombres y mujeres
se han hecho santos cultivando día a día el amor a la Virgen. “Un
espléndido ejemplo de esta espiritualidad mariana, que modela interiormente a
las personas y las configura a Cristo, primogénito entre muchos hermanos, son
los testimonios de santidad y de sabiduría de tantos santos y santas del
Carmelo, todos crecidos a la sombra y bajo la tutela de la Madre” (Juan
Pablo II).
La devoción auténtica a
la Virgen no les ha llevado a un sentimentalismo estéril y transitorio, sino
que ha brotado de la fe y se ha expresado en el amor filial y en el deseo de
imitarla en sus virtudes. Nosotros hemos querido, en estos días, mirar el
rostro de la Virgen, para descubrir en ese rostro a Jesús, amar a Jesús y
seguir a Jesús.
Un ejercicio tan
sencillo como es la “novena”, nueve días de camino y de encuentro, nos ha
permitido mirar y admirar a la Madre, y aprender a mirar el mundo con el cariño
y el amor que Dios lo mira. Que María haga de nosotros hombres y mujeres de
hoy. Que vivamos el momento presente, con las luces y sombras de hoy, con
valentía y con lucidez, sin avergonzarnos de ser amigos de Jesús en estos
comienzos del siglo veintiuno. Que haga de nosotros personas creativas, con la
esperanza siempre puesta en el corazón, capaces de servir con lo mejor que tenemos,
porque, como recordábamos estos días, lo que gratis nos ha dado el Señor no es
para que lo guardemos con siete llaves dentro de nosotros, sino para que lo
pongamos en circulación y ayude a los demás.
El Escapulario es don de
la Madre del Carmelo y, por ser don, es tarea: ser santos, ser testigos de la
luz de Cristo.
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